Mtra. María de Jesús Lizarraga López
Directora Plantel Monterrey
Para iniciar nuestra reflexión hay que hacer una clara distinción entre los hombres y otros seres de la naturaleza, que es la espiritualidad. La espiritualidad es la vida interior. Las expresiones y prácticas de espiritualidad son personales; es cómo se entiende el mundo y el universo en nuestro interior, se trata de una fuerza interior decisiva para el desarrollo personal y en el ambiente familiar, quien ama encuentra la plenitud, quien perdona y es perdonado se libera, y quien se encuentra consigo mismo descubre la paz y la felicidad.
La transformación, viene dada desde nuestro interior donde debemos buscar qué cosas son las que necesito para poder sonreírle a la vida, para estar mejor. La manera de crecer espiritualmente es impregnar todos los actos de nuestra vida con valores que signifiquen humanidad, como el amor, el perdón, la tolerancia, el agradecimiento, la compasión por el otro, la sensibilidad, el desapego o desinterés material, deslastrarse de los excesos dañinos, la crítica destructiva, ya que todas estas manifestaciones son producto del desencuentro con nuestra interioridad y sus consecuencias son evidencias de la necesidad de transformar lo que somos, qué queremos y hacia dónde vamos.
La familia, al ser el núcleo central del cual parte la sociedad, se convierte en un foco al cual se debe prestar especial atención tratándose de espiritualidad. La forma en que las personas dentro de la familia se relacionen con su individualidad espiritual permitirá que tengan un propósito y valor como persona, pero además estimula la esperanza, refuerza las normas sociales positivas y proporciona una red social de apoyo dentro de la familia a la que se pertenece.
La espiritualidad también tiene un efecto positivo en la salud física de los miembros pues ayuda a fortalecer el sistema inmune, acelera las recuperaciones posquirúrgicas, a dormir mejor y estar más alerta entre otros muchos beneficios.
Y, ¿Cómo lograr la espiritualidad en familia?
Fomentando la búsqueda de cada uno de los miembros para su mayor desarrollo, partiendo de sus necesidades, sus habilidades y sus gustos; brindado apoyo para que cada integrante alcance su mayor potencial.
La espiritualidad en la vida familiar es una gran herramienta para vivir con mayor plenitud y darle a la vida un sentido trascendente.
Ahora proponemos una serie de tips muy concretos y prácticos que pueden servir de apoyo para “formar” la espiritualidad en todos los miembros que conforman la familia.
1. Revisa tus propias creencias: Pregúntate qué tan convencido estás de lo que crees, de lo que profesas y qué tanto lo practicas. Pregúntate qué tipo de vida espiritual quieres para tus hijos y cómo se la vas a dar. Acuérdate que el ejemplo y lo que tus hijos ven es lo que más educa. ¿Vas a Misa todos los domingos?, ¿Rezas frecuentemente?, ¿Tienes presencia de Dios cotidianamente?
2. Incluye la espiritualidad en la vida de tus hijos desde muy temprana edad. Los niños pequeños no comprenden quién es Dios, pero si les hablas de Él, empezarán a familiarizarse y a conocerlo. Cuéntales la Historia Sagrada a manera de cuento, háblales de la vida de Santos, recen juntos.
3. Aprovecha las actividades de la vida cotidiana para enseñarles a vivir una Espiritualidad natural y espontánea. Enséñales a agradecer todo lo que tienen.
4. Dale la importancia que merece a todos los eventos sagrados: Bautismo, Primera Comunión, Confirmación… lo más importante es recibir la gracia de Dios, que por lo tanto se hará un evento bonito, alegre, con todos los amigos y familiares. Que esos momentos merecen preparación, alegría, porque Jesús es lo mejor.
5. Apóyate en instituciones o personas o catequistas que puedan colaborar contigo en esta formación espiritual.
6. Haz que la Espiritualidad sea divertida, atractiva. Adapta la información y la formación a la edad de tus hijos. Actualízate, que tus comentarios y ejemplos se adapten a lo que ellos viven, oyen, perciben.
7. Enséñales una forma sencilla de orar. Que platiquen con Dios como platican con un amigo. Que reconozcan que Jesús le puede escuchar, ayudar, impulsar a ser mejor.
8. Dale el carácter “espiritual” a cualquier festividad religiosa. Procura hacer un contrapeso con tanto materialismo y comercialización que presenta la sociedad. La Navidad es importante porque nace Jesús; la Pascua lo es porque Jesús resucita… y así en cada festividad.
9. Con los jóvenes aprovecha sus inquietudes intelectuales, su capacidad crítica, su conducta rebelde, para que estudien, profundicen, investiguen y finalmente se convenzan de la grandeza de Cristo. Hay que retarlos para que ellos caigan en la cuenta de que Cristo es quien les dará sentido a sus vidas.
El amor es lo que da vitalidad a la cada persona, matrimonio y familia a través la generatividad del amor promoviendo la “cultura del encuentro” a través de los valores humanos como el amor fraternal, la gratitud, la compasión, honestidad, compromiso, tolerancia, el servicio, empatía, sensibilidad, el cuidado de sí, la humildad.
Como parte de nuestro crecimiento personal y familiar, hemos de aprender a mirar dentro de nosotros mismos, observarnos como somos, actuamos, reaccionamos para encontrar la resignificación de la vida humana, como vía del crecimiento espiritual y expresarla con acciones que dignifican a la persona humana frente a la deshumanización. Por tanto, somos nosotros los que debemos procurar el propósito de la vida, no desde lo externo sino en la fuerza de aliento que nos propicia la espiritualidad como dimensión de crecimiento personal, elevación de la autoconciencia y sensibilidad desde el amor.
Benavent, E. (2014). La espiritualidad y educación social. Barcelona, España: Editorial UOC.
Tardío, R., M. (2013). Acaricia tu vida con la luz de tu interior. Buenos Aires: Editorial Dunken.