Vino y academia: el vínculo que fomenta la cultura y fortalece la reflexión
El Dr. Juan Manuel Palomares presenta un texto en el que relaciona esta bebida a lo largo de la historia y su capacidad para generar vínculos a través de su símbolo de unión, que trasciende su aspecto material.
“El vino es la única obra de arte que se puede beber”, dijo alguna vez el crítico gastronómico Luis Gutiérrez, y pocas frases encapsulan tan bien el papel cultural y simbólico que el vino ha desempeñado a lo largo de la historia. El vino, más allá de ser una simple bebida, es una obra maestra que nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad ética en la creación de aquello que nos une como comunidad. En este marco, el vino conmemorativo elaborado en Vinícola Cuna de Tierra, fruto de una alianza estratégica con la Universidad Anáhuac México a través de la Facultad de Turismo y Gastronomía, no solo celebra el 60 aniversario de dicha institución, sino que también refuerza el compromiso con la formación y la cultura enológica.
Con sus notas especiadas y aromas de ciruelas y cerezas confitadas, el vino se presenta en boca con una frescura delicada, taninos suaves y un toque de roble, culminando en un final agradable y persistente, lo que convierte esta creación en una verdadera experiencia sensorial que trasciende lo técnico y nos conecta profundamente como comunidad.
Este vino, compuesto por tres varietales: Shiraz, Cabernet Sauvignon y Nebbiolo, representa un esfuerzo colectivo donde estudiantes y expertos colaboraron estrechamente para lograr una creación única. Berenice Madrigal, enóloga de la universidad, subraya que este vino no es simplemente una mezcla de uvas, sino una experiencia sensorial completa. “El vino es mucho más que el producto de la tierra; es una forma de involucrar todos los sentidos: la vista, el olfato y el gusto se entrelazan para ofrecer una experiencia que trasciende lo material”, comentó. En particular, destacó el papel del Nebbiolo, una uva que ha encontrado en México un terreno fértil, simbolizando el enorme potencial vitivinícola del país.
Este homenaje al vino va más allá del disfrute personal, pues se ha convertido en un símbolo que une a la comunidad universitaria en un proceso de creación y apreciación colectiva. Tal como lo expresa el Mtro. Carlos Lepe Pineda, Secretario Técnico de la Secretaría Ejecutiva de la Red de Universidades Anáhuac: “El vino tiene un impacto profundo en la sociedad al ser mucho más que una bebida; es un medio para la convivencia y la reflexión”. Este pensamiento nos invita a reflexionar sobre el vino como un catalizador social, un punto de encuentro donde las personas no solo comparten un espacio físico, sino también ideas, sentimientos y experiencias que fortalecen el sentido de comunidad.
El vino, como símbolo de esta unión, trasciende su aspecto material. En cada cata, en cada conversación que surge alrededor de una copa, se genera un diálogo que promueve la cercanía entre los individuos. En este sentido, el vino tiene el poder de romper barreras, fomentar la escucha y facilitar la creación de un entorno de apertura y respeto mutuo. Es una excusa para detenerse, saborear y, más importante aún, para mirar a los demás como iguales, como compañeros en un acto de comunión humana. Este encuentro no es simplemente una transacción social, sino una oportunidad de reflexión, como señala el Mtro. Lepe, “sobre el otro y sobre uno mismo”.
La Mtra. Leticia Judith Correa Fernández, académica de la Facultad de Educación y Humanidades, resalta la importancia del vino en la historia de la humanidad, subrayando cómo ha sido tanto testigo como actor del desarrollo cultural a lo largo de los siglos. Desde su llegada a América, traído por Hernán Cortés, el vino se ha convertido en un elemento clave en la identidad de regiones vitivinícolas como el Valle de Guadalupe, Parras, Querétaro y Guanajuato. Para Correa, el vino ha servido como un vehículo de unión entre culturas, desempeñando un papel esencial en la interacción y el encuentro de los pueblos a través del tiempo.
El Dr. Nicéforo Guerrero Espinosa, académico de la Facultad de Derecho, complementa esta visión señalando que, en Guanajuato, la cuna de la independencia mexicana, el vino fue un elemento fundamental en la lucha por la soberanía. Guerrero recuerda que el cura Hidalgo, además de su liderazgo en la independencia, reconocía el valor de los viñedos como parte integral de la economía y la cultura local. En este sentido, el vino en México no es solo un producto, sino también un símbolo de resistencia y autonomía.
Por su parte el Mtro. Rubén Esqueda Acton, coordinador de Protocolo Institucional de la Secretaría General, ofrece una profunda reflexión sobre el papel del vino en la actualidad, destacando su dimensión social y económica. “El vino no solo es un producto cultural, es también una herramienta de desarrollo local”, señaló. En este sentido, el vino ha impulsado el turismo y promovido la sostenibilidad, ayudando a que las comunidades vitivinícolas sean más conscientes del impacto que tienen en el medioambiente y en la preservación de su identidad cultural. Su creación y su apreciación no solo enriquecen la economía local, sino que también refuerzan el vínculo entre las personas y el entorno que las rodea. Esqueda también enfatiza que “el vino es un motor de responsabilidad social”, un producto que refleja el esfuerzo colectivo y el compromiso humano con el bienestar común.
Cada botella es testimonio de esfuerzo compartido, de historias que promueven la convivencia, el diálogo y la reflexión social. En el contexto universitario, el vino se convierte en un símbolo tangible de unión y colaboración, recordándonos que el verdadero aprendizaje y la formación integral requieren del intelecto, además de la interacción humana y del compromiso colectivo. Al igual que las uvas se entrelazan para crear una sola composición, los individuos, con su diversidad, aportan lo mejor de sí mismos para enriquecer a la comunidad. El vino es, por tanto, una metáfora de la vida compartida, del valor del trabajo conjunto y de la cultura que celebramos.
Sin embargo, este símbolo de unión también exige responsabilidad. El liderazgo de acción positiva debe ser el motor que impulse un consumo responsable, reconociendo que el verdadero valor del vino no reside en su consumo excesivo, sino en su capacidad para enriquecer nuestra cultura, fortalecer nuestros vínculos y fomentar la reflexión. Un líder sabe apreciar esta riqueza, reconociendo que cada copa es más que un producto; es un vehículo para el diálogo, el respeto y el impacto positivo en la sociedad. Que cada brindis sea un recordatorio de nuestra capacidad para transformar la naturaleza en cultura y de nuestra responsabilidad de generar un cambio positivo.
Juan Manuel Palomares Cantero es abogado, maestro y doctor en Bioética por la Universidad Anáhuac México. Fue director de Capital Humano, además de director y coordinador general en la Facultad de Bioética. Actualmente se desempeña como investigador en la Dirección Académica de Formación Integral (DAFI) en dicha institución. Es miembro de la Academia Nacional Mexicana de Bioética, de la Federación Latinoamericana y del Caribe de Instituciones de Bioética y de la International Society of Vascularized Composite Allotransplantation (ISVCA).
*Este artículo fue asistido en su redacción por el uso de ChatGPT, una herramienta de inteligencia artificial desarrollada por OpenAI.
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Dr. Juan Manuel Palomares Cantero
juan.palomares@anahuac.mx
Coordinación de Ética
Dirección Académica de Formación Integral