Reflexiones a 19 años de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos
Liderazgo Anáhuac en Humanismo
Presentamos un texto de la Dra. María Elizabeth de los Rios en el que invita a cuestionarse si hemos logrado más avances que retrocesos en la defensa y promoción de los derechos humanos.
En este 2024, conmemoramos el décimo noveno aniversario de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, adoptada en 2005 por la UNESCO. Este documento representa un esfuerzo global por exhortar a la reflexión sobre vertiginosos avances científicos y tecnológicos frente a la protección de la dignidad humana, los derechos humanos y las libertades fundamentales. Actualmente, en una sociedad cada vez más tecnologizada, recordarla hoy es más importante que nunca.
Desde su concepción, esta declaración partió de un principio clave: la primacía de la persona humana sobre el desarrollo científico y tecnológico. En 2005, al igual que hoy, se reconoció la necesidad de establecer un marco ético que salvaguardará los valores esenciales frente al rápido progreso científico. Temas como la autonomía, el debido consentimiento, la privacidad y confidencialidad, la igualdad, la justicia y la no discriminación ya eran cuestiones centrales entonces, y siguen siendo relevantes ante los retos actuales de la ciencia y la técnica debido a los cambios de paradigma en las ciencias y las necesidades desarrolladas a partir del surgimiento de nuevas tecnologías que modifican conductas, hábitos y hasta actividades diarias.
En el presente, estos principios cobran una nueva dimensión con el auge de la inteligencia artificial (IA), y los riesgos y sesgos algorítmicos que ya son detectables y previsibles, aunque no absolutamente y que pueden afectar especialmente en áreas críticas como la salud, la economía, la política, la mercadotecnia y las neurociencias, evidenciando la urgencia de un enfoque ético sólido. Por ejemplo, algoritmos que perpetúan discriminaciones o que priorizan intereses económicos por encima del bienestar humano plantean preguntas profundas sobre nuestra capacidad para equilibrar el progreso con la equidad y la dignidad. Preguntas que siguen sin responderse a la fecha.
La Declaración también subraya principios éticos universales como la solidaridad, la cooperación internacional, el respeto a la diversidad cultural y la defensa del medioambiente. La grave crisis climática de la que somos testigos en todos los países, las profundas desigualdades sociales e inaccesibilidad a recursos de primera necesidad, así como los desafíos a la cohesión comunitaria como las guerras en curso y los desplazamientos forzados de millones de personas en todo el mundo, constituyen verdaderas preocupaciones que replantean el lugar que la persona humana, su dignidad y sus derechos ocupan las agendas internacionales.
Además, el documento aboga por el acceso abierto, universal y gratuito al conocimiento y a los beneficios del desarrollo científico. Este principio es esencial para garantizar que los frutos de la investigación beneficien a todos, independientemente de su lugar de origen, su nivel socioeconómico o su contexto cultural.
Sin embargo, a pesar de los compromisos firmados en 2005, persisten retos significativos. Entre ellos destacan el reduccionismo antropológico, que cosifica a las personas, y el pragmatismo utilitarista, que descarta a quienes no cumplen con estándares arbitrarios de “utilidad” social. La tecnologización de las relaciones humanas y los impactos negativos en la salud mental, como el aislamiento social y la pérdida de habilidades emocionales, son también signos de una sociedad que debe replantear sus prioridades.
En este aniversario, que coincide con la septuagésimo sexta de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es oportuno detenernos y reflexionar: ¿Hemos logrado más avances que retrocesos en la defensa y promoción de los derechos humanos? Este ejercicio introspectivo no debe limitarse a los gobiernos o las instituciones, sino que nos interpela a todos, sin importar nuestra profesión o rol en la sociedad. La invitación es a construir una bioética y ética reflexiva que, mediante la incorporación de principios fundamentales de respeto de la vida humana y de toda forma de vida en el mundo, permita entender que tenemos en nuestras manos la posibilidad de redirigir las acciones hacia la creación de mejores condiciones de vida para todos.
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La Dra. María Elizabeth de los Rios Uriarte es maestra en Bioética y doctora en Filosofía, Técnico en Urgencias Médicas (TUM) por Iberomed A.C. y scholar research de la Cátedra UNESCO en Bioética y Derechos Humanos. Es además Miembro de la American Society for Bioethics and Humanities, del Colegio de Profesionistas posgraduados en Bioética de México, de la Academia Nacional Mexicana de Bioética y Miembro de Número de la Academia Mexicana para el Diálogo Ciencia-Fe.
Ha impartido clases en niveles de licenciatura y posgrado en diversas universidades y ha participado en distintos congresos nacionales e internacionales de Filosofía y Bioética. Actualmente es profesora y titular de la Cátedra de Bioética Clínica de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México.
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Dra. María Elizabeth de los Rios Uriarte
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Facultad de Bioética